Mi negación a escribir en una computadora se resolvió el día que él me dejó sola como siempre y me puso un juego de flipers.
Tenía que tocar el espaciador y la tecla de Supr y se me fue la bola virtual hacia un lateral e instintivamente y literalmente, asesiné el monitor de un porrazo cual si estuviese frente a una chatarra de metal del boliche de la esquina.
Yo era cantinera de la U.T.U. de periodismo y para comprender a nuestra clientela, conseguimos con mi compañera, Sandra Ibáñez, un catálogo de damas de companía de modelos de medio rango. Algunas estaban entre nosotras y ellas eran las más moralistas, pose que encubría sus dobles vidas.
Les cuidamos los embarazos, los sueños y nos gritaban porque no teníamos café para sus desmayos.
lunes, 28 de abril de 2008
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