Este trabajo constituye un análisis del período de consolidación de la Modernidad en Uruguay.
Uno de los legados de nuestros antecesores modernistas, la compartimentación del saber-poder, debe ser cuestionado. Por ello conciliamos la Historia con la Sociología contemporánea para posar una nueva mirada crítica sobre nuestras raíces culturales y así escapar de la desorientación en la que estamos inmersos.
En el hacer revelamos un objetivo subsidiario que posibilita cualquier estudio responsable de la teoría foucaultiana: elaborar una historia de como los seres humanos fueron y son constituidos en sujetos a través del fenómeno del poder. Por ello nos vimos implicadas en el estudio del poder, sin que por ello sea nuestro tema central, pero sí nuestro eje de trabajo. Pues los sujetos, en cuanto inmersos en relaciones de producción y significación se encuentran en una trama de poder, descubrimos a éstas como extremadamente complejas y siniestras.
En este hervidero se constituyeron a través de las prácticas sociales imperantes de control y vigilancia nuevos dominios de saber. En la conformación de un nuevo tiempo y espacio se engendraron dispositivos, conceptos y técnicas que coadyuvaron a conformar formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento... y la psiquiatría, la psicología y la pedagogía entre otras tantas disciplinas.
Tomamos el camino de estudiar la Modernidad y el disciplinamiento con los instrumentos de hoy. El trabajo de interpretar estos textos fue muy arduo, no logrando la compaginación deseada entre el relato de los acontecimientos, la Historia del Uruguay y la Sociología Contemporánea. Aunque debe saber el lector que la desviación del objetivo preestablecido no significó la renuncia a la investigación y no mermó el interés por el saber. La complejidad, el caos y la incertidumbre del hoy, en que los paradigmas coexisten, es un orden que no se comprende si no se inicia un proceso continuo a la manera que lo realizan los arqueólogos, poco a poco, sacando el polvo de los intersticios, redescubriendo, cuestionando los saberes heredados y redimensionando la problemática atinando las preguntas aunque no encontremos respuestas ciertas sino ejes. A todo esto aspira este trabajo.
Características generales de la
modernidad
Hasta fecha en realidad reciente, la lógica de la vida política, productiva, moral, escolar, asilar, consistía en sumergir al individuo en reglas uniformes, eliminar en lo posible las formas de preferencias y expresiones singulares, ahogar las particularidades idiosincrásicas en una ley homogénea y singular, ya sea la ‘voluntad general’, las convenciones sociales, el imperativo moral, las reglas fijas y estandarizadas, la sumisión y la abnegación exigidas por el partido revolucionario: todo ocurrió como si los valores individualistas en el momento de su aparición debieran ser enmarcados por sistemas de organización y sentido que conjurasen de manera implacable su indeterminación constructiva.
Lypovetzky[1]
El siglo XIX es la época de consolidación del desarrollo industrial, proceso iniciado en el siglo anterior con la aplicación a gran escala de la máquina a vapor al sistema productivo, que comienza por entonces con la producción en serie. Es la época de la progresiva revolución de los transportes y los medios de comunicación en general.
La modernidad, a partir de las revoluciones Francesa e Industrial, apela a la razón como herramienta privilegiada para ordenar la actividad científica y técnica, el gobierno y la administración. Rechaza fuerzas y poderes externos, sobrenaturales y trascendentes y con ello la legitimación teológica del poder político, económico y social.
Es la nueva religión sustitutiva de la institucional y cristiana, duramente combatida desde entonces por el racionalismo burgués. El nuevo culto promueve el desarrollo de la modernización y el progreso ilimitado: el Progreso es la idea fetiche en torno a la cual se mueven las ilusiones de una sociedad que se impregna de un ansia de novedad; cree en un único modelo de verdad, del bien y de la belleza, en torno a lo utilitario y a lo nuevo; pretende establecer un procedimiento perfecto y objetivo de producción en todos los ámbitos con la aplicación lógica, precisa y mecánica de la técnica hasta invadir el ámbito de las relaciones económicas y sociales; concibe un modelo ideal de organización política sin el componente aristocrático ni monárquico, pero desconfiando perpetuamente de la democracia y de sus “excesos”; reafirma el sentido lineal y acumulativo de la Historia como evolución de la humanidad desde una infancia teocrática a una madurez racional y científica (Comte et al.); establece una jerarquía eurocéntrica y básicamente racista entre las culturas; define el comportamiento occidental como modelo de desarrollo y comportamiento humano ideal y así legitima la primacía de dicho modelo en la sumisión y dependencia de los otros, el mundo colonial y semicolonial.
El Uruguay de la barbarie al disciplinamiento
Un cambio de mentalidad
“La institucionalización de una relación social concreta, en la cual unos deciden lo que implica a los otros y/o a todos, constituye una relación de dominación”
Alfredo Errandonea (h).
Entre 1829 a 1873 se quintuplicó la población, producto del aporte de una creciente oleada inmigratoria y de un alto crecimiento vegetativo. Aquellos que vinieron por motivos económicos tenían la idea de que se aventuraban hacia la construcción de un proyecto de vida ascendente y eran por ello inconscientemente adaptables al proyecto del positivismo y del iluminismo para no volver a ser excluidos. La contradicción estriba en que ellos eran justamente los expulsados de ese modelo. En realidad la experiencia de este conglomerado radicaba en la autoridad y en el trabajo.”Asimismo (como lo sucedido en Brasil), debe destacarse el número creciente de inmigrantes, quienes trajeron nuevos conocimientos y costumbres y también las reivindicaciones seculares de los sectores rurales y urbanos. Italianos, portugueses y españoles ya habían conocido en sus países de origen los sindicatos y otras organizaciones de defensa del trabajador. Entonces comenzó a tener importancia el proletariado, por su número y, sobre todo porque estaba consciente de lo que debía reivindicar”. [2]
El “Antiguo Régimen” demográfico reinante estaba caracterizado por una familia compuesta por una mujer joven, el hombre mayor y muchos hijos; la fecundidad divinizada y la muerte aceptada por común y más visible. La mujer pasaba de la infancia a la maternidad y por lo tanto estaba garantizada su inclusión productiva en el contexto social y la adolescencia tal como hoy la conocemos no existía como tal.
A la inmigración se le suman los prisioneros paraguayos solicitados a Venancio Flores para el trabajo en saladeros y los esclavos que trajeron los estancieros brasileños a sus establecimientos al norte del Río Negro.
El fortalecimiento del Estado para los futuros cambios se apoyó en el uso de nuevas técnicas (fusil de repetición, artillería) teniendo la exclusividad del aparato coercitivo.
El período militarista de Lorenzo Latorre amparó la reforma vareliana. Si hacemos un análisis estructuralista althusseriano es coherente la cooptación de las ideas progresistas de la educación universalista con la necesidad de reducir el costo de los aparatos represivos del Estado con la construcción de aparatos simbólicos del Estado.
“El poder implica en ocasiones el empleo directo de la fuerza, pero va prácticamente siempre acompañado por el desarrollo de ideas (ideologías) que justifican las acciones de los poderosos”[3].
El enemigo del orden y progreso será el que montado a caballo con el pelo desgreñado sobrevive en libertad en las praderas sin cultivar ni alambrar. Dirá Varela en el artículo “Los gauchos”, aparecido en la “Revista literaria” de abril de 1865: “Los gauchos, cuya raza, si es que como tal podemos clasificarla, es una mezcla de la raza india y de la de los conquistadores, han tomado de la primera su haraganería, sus hábitos salvajes, su crasa ignorancia; y de la segunda, el orgullo infatuado, el servilismo bajo las apariencias de la independencia y el horror al trabajo, que ennoblece la criatura y fortifica en el hombre las sanas ideas. (...) parece, que así son como parias para la vida política, se quisiera que continuaran siendo siempre para la vida social. (...) Pero, si por medio de escuelas esparcidas profusamente en nuestra campaña, se diera alguna ilustración a nuestros gauchos, sus necesidades acrecerían y con ellas la necesidad de trabajar; y si por medio de premios otorgados a la laboriosidad y a la honradez, se dignificara el trabajo, las absurdas ideas que hoy abrigan desaparecerían de su mente, y con ellas, quizá su funesta ociosidad. (...) Es por medio de La Educación del Pueblo, que hemos de llegar a la paz, al progreso, y a la extinción de los gauchos”.
En el mismo año en que se promulga el Decreto Ley de Educación Común que establece la reforma vareliana (1877) se conviene un acuerdo con las empresas inglesas del ferrocarril por un período de cuarenta años, dejándolas exentas de impuestos de importación de materiales como rieles y locomotoras, a cambio del transporte gratuito de la correspondencia oficial y de los efectivos de Ejército Nacional, cuando el gobierno lo crea conveniente. En consecuencia la pretendida exterminación del gaucho se hace efectiva. Quedarán robustos agricultores o peones para todo oficio y los caballos aran los campos. Eliminando este tipo de economía y cultura, que no le sirven a sus propósitos, triunfa el modelo de producción capitalista con el fin del proceso de conquista del campo por la ciudad.
Esta ideología empieza a construir un proyecto de sociedad racionalmente educada, sistematizando el progreso moral y material otrora exclusivo de la iglesia (porque los que la llevaron adelante estaban impregnados, esos sí, del liberalismo positivista europeo). La educación Nacional para controlar el presente y disolver en la uniformidad a la disidencia. Como la esperanza de vida hasta la medicina producto de la industria química (aspirina: 1899; salvarsán: 1906; insulina: 1922) en todo el mundo occidental es en promedio de unos cincuenta años, estamos refiriéndonos a una población del Uruguay que en 1875 tiene una tercera parte de menores de quince años.
“Estas primeras formulaciones del paradigma pedagógico de la modernidad hacen ya evidente un aspecto fundamental: bajo el discurso de una pedagogía presuntamente liberadora y socializadora, que debe hacerse extensiva hacia sectores cada vez más amplios de la sociedad, subyace una praxis de normalización, control y en definitiva de burocracia. La organización de masas, el control del tiempo y el anatema de la ociosidad son las principales características de la institución escolar moderna, al menos en sus orígenes.”[4]
A través de la educación se prepara el terreno social, político y sus estructuras institucionales para un modelo de país que pretende extender la civilización a la manera europea. Renegaron de su origen colonial que entendían como oscurantismo.
Pero los innumerables lazos de dependencia con Europa jamás permitirán que triunfe este modelo de desarrollo. El imperio inglés nunca tuvo esos planes para el Uruguay. Sólo necesitaban un mercado consumidor de objetos y abastecedor de materia prima y alimentos: el nuevo esquema de la división mundial del trabajo. Aún así esta primera formulación pedagógica sienta las bases para que la escuela aleccione la disciplina del esfuerzo y el valor del trabajo.
Cita de la lección 87 del libro tercero de lectura (para niños de 8-9 años) “Un buen amigo” de José Henriques Figueira (1910):
La piedra sin pulir y la piedra pulida
- ¡ Qué hermosa piedra es ésta, y qué fea es aquélla, papá!
- Pues las dos son iguales.
- No puede ser: ésta es lisa, tiene lustre y fajas de diferentes colores, que parecen pintadas á mano; mientras que la otra es áspera y fea.
- Y sin embargo, hijo mío, las dos son piedras ágatas y fueron halladas en la orilla del Uruguay; pero ésta que desprecias es un ágata en bruto, sin pulimento, tal como se la encuentra en el campo; mientras que la otra ha sido pulida por el hombre.
Y ahora, hijo mío, piensa en lo que te digo: La persona que no se instruye ni trabaja, es como el ágata en bruto, poco vale. Sólo el estudio y el trabajo constante, pulimentan y dan valor al hombre.
La creación del registro del estado Civil en 1885 (segunda fase de secularización uruguaya), el auge del ganado lanar -reforzador de vínculos económicos de dependencia con Europa-, la consolidación del círculo “orista”, asociado al capital británico dueño de los servicios públicos y los títulos de deuda externa y los grandes estancieros todos beneficiarios del ya establecido ferrocarril coexistieron con la última oleada inmigratoria del siglo XIX por otra parte es la más numerosa (1880-1920). Estas clases que se denominan “conservadoras” logran el “Alambramiento de los Campos” con el Código Rural de 1875. El nuevo régimen de propiedad de la tierra genera la primera crisis ocupacional del país. Comienza la migración de uruguayos, básicamente a las provincias argentinas limítrofes y al Sur del Brasil para emplearse en tareas agrícolas con mejores salarios, o hacia Montevideo, donde en arrabales y conventillos se encuentra con el europeo inmigrante. El remanente humano malvive en los pueblos de ratas (como definió Orestes Araújo a los rancheríos miserables en los intersticios del latifundio, 1912) o debe subsistir del trabajo zafral, sobre todo agrícola. La capital recibe europeos para vitalizar una industria incipiente.
Construido el Estado, asegurada la paz interna, alambrada la estancia, afianzada la ganadería extensiva, el viejo modelo demográfico dejó de ser funcional. Comienza a gestarse un segundo modelo, donde la mujer conforma más tardíamente la familia, reduciendo así el tiempo de fertilidad, y haciendo que el número de hijos fuera el acorde para mantener el nivel poblacional.
Las familias que no emigraron trataron de aumentar sus ingresos, como obreros de fábricas y saladeros. La mujer, sobre todo la que el latifundio expulsó, ya que para nada la necesitaba, logró ocupación laboral por su habilidad manual, su docilidad y sobre todo porque en un mercado de trabajo saturado, los empresarios podían reducir su salario a la mitad.
Las cercanías del 900 nos muestran un país que ha tenido una caída de la mortalidad infantil y en la tasa de natalidad. Nacionalización de europeos por medio del matrimonio. Comienza una prosperidad relativa visualizándose la industrialización con la construcción del actual puerto de Montevideo, la aparición de los primeros automóviles y tranvías. En 1908 se registra un dato relevante: el 60% de la población está alfabetizada (sustitución de la cultura oral por la escrita). De 1903 a 1915 se triplica la población universitaria.
Montevideo inicia su modernidad antes que varias ciudades europeas. La ciudad ya dividida en barrios según sus actividades conoce sus primeros ascensores (crecimiento en altura, alarde, especulación inmobiliaria). El cine desplaza al teatro generando, junto con los periódicos y el fútbol una cultura de masas, El mundo vacacional de las quintas se sustituye por el de las playas Pocitos y Capurro hasta donde el tranvía había tendido sus redes (definición de trama urbana).
Existen tres tipos de familias en la génesis del modelo moderno:
· Región ganadera, con estructura latifundista, alta tasa de analfabetismo, concentración del pobrerío rural: peones y madres solteras, que no generaron un comportamiento sexual previsor.
· En la región agrícola de formas minifundistas, tasa de analfabetismo menor que la anterior pero alta comparada con Montevideo, familia legalmente constituida cuyos hijos son considerados herramientas para el cultivo. El control de la natalidad aparenta ser el derivado del retraso en la edad para contraer matrimonio
· En Montevideo, con economía semi industrial y empleos públicos, abundancia de inmigrantes europeos, con nivel alto de instrucción primaria y poca incidencia de la religiosidad, donde el control de la natalidad es más estricto justificado por el deseo de ascenso social.
La ley de divorcio de 1913 obligaba a la separación de bienes. El deseo de mantener la cohesión de la fortuna obligaba al mantenimiento de la sociedad conyugal. Se generó la idea del matrimonio como una nueva forma de dependencia. La soltería de la mujer era temida y esto justifica la carrera matrimonial o el ingreso a la vida religiosa, opción que exasperaría a los liberales del 900. La mujer era conservadora de las tradiciones en la sociedad, la religión se refugió en su falda. Prueba de ello es que la Iglesia congregó noventa y tres mil firmas (el diez por ciento de la población) para la abolición de la ley de divorcio y la mayoría de éstas eran de las mujeres.
Durkheim sostenía que“Una religión es un sistema solidario de creencias y de prácticas relativas a las cosas sagradas, es decir, separadas, interdictas, creencias y prácticas que unen en una misma comunidad moral, llamada Iglesia, a todos aquellos que se adhieren a ellas”.[5]
El modelo demográfico elegido impuso nuevas formas de conducta: la separación por sexos, el puritanismo y el culto a la virginidad. No es raro entonces el auge de la histeria conversiva femenina. Subsiste y se pone de moda en este tiempo la literatura erótica (reivindicación frente al puritanismo) pero al no vincular el amor y el sexo a la familia y a la procreación, también funcionó dentro del modelo.
El Estado benefactor del batllismo que caracterizó esta época intervino en la vida concreta de la sociedad mitigando las contradicciones del modelo de producción capitalista. La nueva conformación de la familia tiene un diálogo sincronizado con el Estado que entiende en ella la conservación y reproducción del orden constituido.
Los inmigrantes que vinieron con capital (franceses, ingleses y catalanes) descubrieron un lugar aceptable en el campo y uno próspero en la capital. La poca colocación de alimentos en el mercado mundial garantizaba su abundancia, por lo tanto su distribución y consumo interno. Un nivel de vida y un salario de los trabajadores superior en relación con las condiciones de vida y retribuciones recibidas en su lugar de origen, sumado a la imposición de los descubrimientos sanitarios posibilitan la población del país.
El alambramiento de los campos impuesto en el período militarista logra legalizar la tenencia de la tierra y consolidar el derecho de propiedad, a la vez que genera desempleo y migración interna. La escasa disponibilidad de tierras aumenta su valor y concentra la riqueza en manos de quien la posee.
La ideología batllista (georgismo) apuntaba a la extensión de los servicios y la industrialización como forma de generación de trabajo por parte del Estado y de neutralización de la lucha de clases. Los intentos de colonización y la agricultura ponían en peligro a los grandes estancieros y fracasaron. La legislación social fue vista por los empresarios (no sólo la ley de ocho horas, sino el respeto a las normas de salubridad) con temor, y en general hubo oposición a la misma. Por último, el intervencionismo estatal limitaba, aunque muy parcialmente, los intereses inversores extranjeros, que igualmente se manifestaron temerosos, como en lo que tuvo que ver con la creación del Banco de Seguros, en 1911.
La sociedad uruguaya en su conjunto solucionó la crisis con una buena dosis de maltusianismo y eugenesia. La sociedad se atrevía a controlar los nacimientos pero no a poner en tela de juicio la estructura económica y social. Esta es la base de una revolución demográfica y cultural que generó una mentalidad y una ideología influyendo en los planteos políticos, económicos y sociales que los contemporáneos realizaron.
La modernidad es la cosmovisión nacida de la sobre valorización de la técnica y de la racionalidad y el trabajo. Es la nueva fe laica impuesta por un Estado consolidado. La Historia es entendida como una línea recta y ascendente. La consecuencia de este modelo es la generación de sujetos individualistas por la destrucción de las antiguas comunidades de pertenencia. Materialistas y masificados por la adopción impuesta de conductas y modos de vida generalizados. Creyentes ya no en lo sacro sino en el progreso entendido como una interpretación científica del mundo y en la racionalización y el imperio de la razón instrumental como medio y fin, lo que corresponde al concepto de linealidad histórica. Es a través del mercado, la eficacia técnica y la universalización que se entiende a la modernidad como el único modelo planetario y por lo tanto la única alternativa posible. El 900 emerge de la confianza en la ciencia, la técnica y el progreso lo que se resume en las ideas de Comte (1798-1857).
El proceso de disciplinamiento
El panóptico
El principio era: en la periferia un edificio circular; en el centro una torre; ésta aparece atravesada por amplias ventanas que se abren sobre la cara interior del círculo. El edificio periférico está dividido en celdas, cada una de las cuales ocupa todo el espesor del edificio. Estas celdas tienen dos ventanas; una abierta hacia el interior que se corresponde con las ventanas de la torre; y otra hacia el exterior que deja pasar la luz de un lado a otro de la celda. Basta pues situar a un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un alumno.
Michel Foucault
Aspirar a un cambio en el modo de producción significó la puesta en marcha de un proceso de disciplinamiento de las pulsiones, para que los individuos se constituyeran en fuentes de producción y aceptaran como único el camino del progreso científico y técnico. El control, vigilancia y disciplinamiento son los tres perfiles del nuevo dispositivo moderno. Un cambio de mentalidad no se produce sin la adecuación del espacio y el tiempo que cobran nuevas dimensiones.
El diseño de los espacios es una muestra de la tecnología y la economía del poder. Vivir como vigilante y vigilado se internaliza en la Vida Cotidiana, se hace carne en las relaciones sociales que establece el individuo. Los procedimientos del poder no se agotan en esto, pero se materializan. Es la mirada omnisciente, el principio de visibilidad por efecto de la luz, la encargada de la seguridad ciudadana por efecto de los cuerpos individualizados.
Antes la arquitectura estaba abocada a materializar el poder terrenal o de Dios y la fuerza con los grandes recordatorios de la Historia escrita en los monumentos en los cruces importantes a los vencedores y la eliminación del rastro de los vencidos. Luego, a partir del siglo XVIII, si bien también representa el poder, se ocupa de la vivienda de la población, de la salud y con ello del urbanismo todo. Cada centímetro cuadrado tiene un fin económico y político. En la disposición funcional de los espacios se prescribe un tipo de moralidad porque expresa lo permitido y lo prohibido. Si se escribiera la historia de los espacios se escribiría también la historia de los poderes. La vivienda perfecta modificaría la conducta de los individuos. Una suerte de aparato de adoctrinamiento y control. En esta fase el control de la sexualidad la homosexualidad y la masturbación se hacen patentes tanto en escuelas como en cuarteles. Pero no serán los arquitectos los que designen las formas de esta maquinaria, serán los médicos los que las prescriban.
Especialistas en la higiene por temor al contagio, represores de la promiscuidad y castradores de los indigentes en nombre de la salud, son los nuevos confesores de los núcleos familiares, los curas laicos. Es el control de todos por el poder de unos pocos.
Será el aumento de la población por las oleadas migratorias y la baja de la mortalidad por la imposición de las nuevas técnicas médicas las que determinen la intromisión sobre todos como si fuera la de un solo individuo y por ello tan efectiva. El resultado es una sociedad sin oscuridad para el descanso, legible, transparente, en fin, visible. Cada uno puede ver al otro, no hay obstáculos en las miradas que recíprocamente se dominan, se juzgan, se vigilan y opinan como agentes del poder meticuloso y riguroso. Ya no se trata que la gente sea castigada, se trata de que ni siquiera puedan portarse mal por la vigilancia constante de todos sobre todos. Se genera un miedo a la oscuridad: en la sombra de la noche está la corrupción, el vicio y el complot. Se trata de promover el terror hacia ella para justificarse. Serán los rincones ocultos del hombre los que deben expirar. No debe querer ni poder. Es una estrategia que economiza el castigo y donde todos son agentes gratuitos con el precio de ser también vigilados hasta el punto que esta mirada se internalice y termine vigilándose a sí mismo. Diabólico en verdad es estar en una máquina de vigilancia donde vigilante y vigilado son igualmente prisioneros. El poder ya no se identifica con un individuo por la nobleza de cuna y de sangre, el poder se basa en la desconfianza, lo detentan todos como vigilantes y sobre ellos recae como vigilados. Esta técnica de poder es correlativa a las nuevas necesidades de la producción. Se trata de construir un nuevo hombre que construya nuevas cosas, entre ellas la destrucción o la disciplina como medio y fin de su trabajo. El trabajo como una nueva forma de domesticación.
“La ‘civilización’ fue la época de disciplinamiento de las pulsiones, de la vigilancia de la mujer, el niño, el adolescente y las clases populares, todo en nombre de la sacralización del trabajo, el pudor y la dignidad de la muerte. En el plano de los métodos de control social, la nueva sensibilidad se horrorizó ante el castigo del cuerpo pero admitió en su lugar la más eficaz domesticación del alma.”[6]
La vida pasa en instituciones cerradas en donde se es vigilado por diferentes agentes. El vigilado tendrá una visión parcial de los acontecimientos. Su atención estará totalmente abocada a la producción, habrá muros laterales que le impedirán ver a sus compañeros. De él se recabarán datos, se elevarán informes y por lo tanto será premiado o castigado. Es un objeto del cual se extraen datos pero no es un agente que deba comunicarse con el entorno. Es la garantía del orden para evitar el complot. Se teme a la multitud y entonces se separan los cuerpos y se individualizan.
Como principio, éste dispositivo de poder sabe ocultar las discontinuidades. El vigilado nunca sabrá si en ese momento es mirado o no, lo da por hecho, siente que es una tarea que sobre él se ejerce de manera continuada aunque así no sea. Reveló que es más efectivo y económico el control y la vigilancia que el castigo. Los individuos no dejan de producir y las construcciones ya no necesitan candados rejas y cerrojos. Serán más livianas, basta que la luz que atraviesa los vanos cubra la superficie y que las separaciones estén bien dispuestas en beneficio del conjunto.
Observar los síntomas, los hechos singulares, localizar las aptitudes y registrar los procesos de cada uno. Evitar el contagio, segregar, separar, aislar y para todo esto es necesario un diagnóstico fiable y continuo del conjunto.
El panóptico sirve de gran laboratorio de experimentación siempre que valga para encauzar el comportamiento hacia lo que sea considerado bueno y deseable. Juzga para evitar la epidemia o el motín.
El objetivo del disciplinamiento no es la preservación de la vida sino definir las relaciones de poder sobre los hombres. Es una figura de tecnología política en donde no hay obstáculo, resistencia o rozamiento y que sirve a los usos más variados. Es polivalente la distribución de los individuos y su implantación de los cuerpos en el espacio. En donde haya que imponer una tarea o conducta ahí se edificará y tenderá sus redes.
En cada una de éstas concentraciones cabe la posibilidad de perfeccionar el método. Porque multiplica el número sobre los que se ejerce, actúa antes que las faltas, los errores y los delitos y la multiplicidad de aparatos de la misma índole acrecienta los efectos. El esquema panóptico está destinado a difundirse y reproducirse en el cuerpo social.
La estructura edilicia determina que el rol de vigilante lo puede ejercer cualquiera pues se adivina en la conformación de los espacios. El exterior puede entrar en una ordenación panóptica puesto que quien así lo desee puede oficiar de inspector. Esta posibilidad de inmiscuirse en este mundo es la garantía del sistema en que no devenga en tiranía.
Observemos el arsenal, los instrumentos, y con ellos el fin de individualizar. Los medios son esencialmente: visualizar, registrar, diferenciar y comparar.
La sociedad disciplinaria es el resultado de la progresiva extensión de las redes de los dispositivos de disciplina y su multiplicación a través de todo el cuerpo social. En un principio se le exigió que neutralizaran los peligros, que reorganizaran la ciudad para evitar la haraganería u otros malos hábitos, que suprimieran la posibilidad de la organización de las masas o las reuniones numerosas. Cumplidas estas metas y mostrando con ello su efectividad se le pide en una segunda etapa que aumente la producción y con ello la utilidad de los individuos. Se incrementa y se prioriza la producción con relación al tiempo, obteniendo mayor rentabilidad con técnicas que fabrican individuos diestros, rápidos, precisos y por ende, útiles. La polivalencia está en que la producción puede estar referida a la manufactura, la transmisión del saber, la difusión de actitudes o la capacidad de la estrategia necesaria para ir a la guerra. En resumen, se persigue el adiestramiento minucioso y concreto para crear fuerzas útiles.
La multiplicación de los mecanismos de disciplina permitió abrir los muros y a circular fuera de éstos, creándose procedimientos flexibles de control fácilmente adaptables a una nueva función, la vigilancia externa. Se crean minúsculos observatorios, puntos de apoyo que penetran en los lugares más ínfimos de la existencia colectiva permitiendo un control regular de la población externa. Se reducen las dimensiones de los establecimientos para crear más focos de control mejor distribuidos en el enjambre social.
Los reglamentos permiten la proliferación y precisión de acciones complementarias y no contradictorias entre dichos establecimientos. Los reglamentos, los certificados y demás documentos cobran una importancia radical en la clasificación de los individuos. Esta instancia va de la mano de la preeminencia de la cultura escrita sobre la oral ya que permite mayor exactitud y rigurosidad en recabar información.
Bajo la forma de un aparato del Estado, la policía se reubica como máquina administrativa, unitaria y rigurosa. De esta fuerza parten informes y registros de conductas, actitudes, virtualidades y sospechas. Actúa y se extiende como una red intermedia disciplinando los espacios que no lo estaban cubriendo todos los intersticios. Las fuerzas del orden no son creación de ésta época aunque sí su forma y su organización. En la modalidad disciplinaria del poder no se reemplazó a todas las formas preexistentes de vigilancia, sino que se ha infiltrado entre ellas, priorizando y desestimando alguna pero ligándolas, prolongándolas, a fin de producir efectos de poder más sutiles y más lejanos.
En un espectáculo todos ven a unos pocos debatirse entre el dolor y la sangre. Esta es la reorganización opuesta, es un número pequeño el que tiene la visión instantánea de una gran multitud de manera muy certera.
La táctica de poder responde a la economía, la intensidad y el aumento de la docilidad y la utilidad. Estos objetivos de las disciplinas reconocen la coyuntura histórica del crecimiento demográfico y el desarrollo de una producción más compleja cada vez más costosa y cuya rentabilidad es necesaria hacer crecer.
Es necesario un ajuste que permita no la sumatoria, sino la multiplicación de la producción del saber, de la salud, de las aptitudes, de la fuerza destructora de los ejércitos, además de la producción de bienes materiales.
La multiplicidad organizada requiere que se calculen y regulen los movimientos en el espacio, se resuelvan las confusiones, se anulen las circulaciones inciertas y se estudie la distribución y separación de los cuerpos, de los gestos, de los ritmos, para extraer de los individuos el máximo de sus fuerzas con relación al tiempo.
Calificar, clasificar y castigar requiere de instancias que suponen medir y diagnosticar. Por ello el examen interrumpido permite esta diferenciación y la comparación de individuos. Se encuentra altamente ritualizado, con métodos específicos, con agentes especializados para someter a los objetos en estudio de manera regular, rigurosa, específica y más amplia. El examen es una ceremonia que lleva implícito el ejercicio del poder y la adquisición de un cierto tipo de saber acerca del otro. El examinador permanece oculto, casi invisible y es sobre el que se ejerce, el observado, es al que se le impone la visibilidad. De este último queda el legajo, el archivo, el expediente, dejando al sujeto en un formato textual que lo capta y lo individualiza y lo objetiviza como presa para un poder de control, dominación y sometimiento. Otra vez la escritura como cierta función política, la de la individuación.
“De hecho, el poder produce; produce realidad; produce ámbitos de sujetos y rituales de verdad: El individuo y el conocimiento que de él se puede obtener corresponden a esta producción.” [7]
Las discontinuidades de la modernidad
Como ya vimos, los modernos eran pujantes porque creían en una utopía: la felicidad en el futuro. Prometen un final feliz, un mundo de bienestar para todos basado en el desarrollo de la ciencia, la técnica y la industria.
Confiados en ello y sobre esas bases, instituyeron un credo racionalista que fue la cuña de ruptura con la nobleza de la sangre, la autoridad sagrada, las tradiciones y los particularismos. Creían que la ciencia avanzaba sólo hacia la verdad, el arte se expandiría como única forma de expresión de la vida y la ética encontraría la universalidad. Las normas constatadas racionalmente regirían por igual a todos los hombres. Sobre estas bases se cimientan grandes planes, para la construcción de un proyecto hegemónico que legitime, de unidad y fundamente las instituciones y las prácticas sociales, que respiran en la idea de progreso, conjugando el iluminismo y el positivismo junto con sus expresiones políticas principales, el liberalismo, y una vez instalado, una dosis importante de conservadurismo democrático.
Los ideólogos de esta revolución filosófica necesitarán, para acelerar este proceso, un sustento teórico y será entonces el invento de Augusto Comte- la creación de una nueva disciplina indispensable para llegar al conocimiento de la realidad social, esta herramienta. Con el vocablo latino societas y el otro griego logos crea la expresión sociología a la que hacemos referencia. Es en la concreción de una simple palabra que se empieza a sistematizar el conocimiento desvinculándolo de la Filosofía y abrazando el paradigma científico. Comte pretendía llamar a esta nueva disciplina Física Social.
La sociología científica toma el modelo mecanicista y al mismo tiempo determinista. Como su modelo es el de la ciencia experimental, intenta recortar del panorama global los objetos de estudio y aislarlos y con ello elimina las particularidades de los contextos.
“Pero, sobre todo, hay que destacar que la sociología científica conduce a una esquizofrenia profunda y permanente.” [8]
El cientificismo como poder-saber se constituyó en un orden absolutista porque se expresó en todos los ámbitos de la vida. Este saber capaz de leer el cuerpo social legisló a los hombres, condenó y juzgó todos los demás saberes como interferencias ilegítimas.
El Estado apoyó permanentemente a los representantes de la cultura científica ante la ignorancia popular, porque saber y poder tenían una función disciplinante clave en la construcción del nuevo hombre que el orden establecido requería.
Una de las razones por las que la modernidad y sus discontinuidades no fue comprendida se debe, según Anthony Giddens, a la influencia del evolucionismo social que caracterizó un extenso y muy productivo período de investigación en las Ciencias Sociales. Estas teorías no se basarán ya en una inspiración de carácter teológico pero representan grandes relatos. La Historia es narrada como una cadena causal, partiendo de lo obvio, de lo más simple a lo más complejo, de las sociedades de cazadores y recolectores a las que tienen una organización más compleja y moralmente superior, la occidental. Algunos, spencerianos y darwinistas sociales, se basaron en que las sociedades humanas luchan unas con otras en la supervivencia del más apto. Las sociedades modernas de occidente serían las que han alcanzado la cima y justifican así su supremacía racista. La Historia lineal que cuenta el evolucionismo quedó marcada a fuego en el imaginario social y su deconstrucción no es tarea sencilla. La Historia de los vencedores es mutiladora, desconoce el azar y la incertidumbre, niega la autonomía y la creatividad y por lo tanto aniquila al hombre, rechazado como un retal por el tratamiento científico.
“Hemos llegado a la siguiente paradoja: cuanto más obedece el sociólogo a una concepción mecanicista, mutilada y arbitraria, más aspira al monopolio del cientificismo, pretensión radicalmente anticientífica.”[9]
Los sociólogos aspiraron al distanciamiento de su investigación eliminando los prejuicios para que las ideas y pruebas se examinasen con imparcialidad. Será a partir del reconocimiento de la subjetividad, la explicitación de las motivaciones intrínsecas en la investigación, el debate público, el examen de pruebas y de la estructura lógica de los argumentos que esta cuestión de la implicancia entre lo observado y el observador puede analizarse de manera fructífera alcanzando la tan pretendida objetividad.
En cambio los positivistas negaron la subjetividad como una entelequia de dudosa existencia y determinación y en ese camino no pudieron llegar a ser ascéticos. Cuanto más intentaban ser objetivos más parciales resultaban sus argumentos constituyendo una sociología sentenciosa y fuertemente ideologizada, plausible de convertirse en instrumento de dominación.
Si aceptáramos como instrumento de análisis la sociología a la que hacemos referencia, no encontraríamos ni entenderíamos las discontinuidades que distinguen a las instituciones sociales modernas y sus particularidades.
La primera discontinuidad hace referencia a otro ritmo de cambio mucho más visible si se toma en cuenta la incorporación de la tecnología que inundó todas las ramas de producción y organización del espacio y el tiempo. El cambio, el movimiento y la dinámica que crea la modernidad no tiene precedentes en la Historia.
La segunda discontinuidad es el contexto de cambio que se modificó por la supresión de barreras de comunicación. Uruguay iniciará el proceso de modernización aún antes que varias ciudades europeas. Estábamos en la vanguardia del sueño de orden y progreso.
La tercer discontinuidad se presenta de manera intrínseca en las instituciones de la modernidad. El Estado y su sistema político, los nuevos lazos de dependencia económica con Europa a través de la venta del ganado lanar o el consumo de energía que no producimos y el trabajo asalariado y la incorporación de la mujer trabajadora como válvula de control del salario y su incorporación como ejército de reserva simplemente no se dan de ésta manera en períodos anteriores de nuestra Historia.
El urbanismo moderno, la imposición de la medicalización, la obsesión en la higiene, la inspección, invasión y segregación espacial de las lacras de la sociedad como la pobreza y la prostitución crearon mayores expectativas de vida. Los conceptos de muerte y enfermedad han sido alterados de manera radical junto con los aspectos más personales e íntimos de nuestra existencia cotidiana e influyeron en numerosos aspectos de nuestra creencia acerca de la biología y la naturaleza. Se abona de esta manera el campo para que emerja un nuevo poder, el poder médico. La sociedad es el gran panóptico y este saber rige las normas de convivencia. En el mismo año de la reforma escolar (1877) se inaugura el Hospital Vilardebó –réplica de la Salpetrière parisina- que separa al enfermo mental del reo y se construyen mecanismos de control específicos para esta población. La psiquiatría es el nuevo poder. Como lo explica Michel Foulcault es en esta época en donde emerge este nuevo campo de conocimiento a través de recabar información de los individuos de manera precisa y rigurosa. “Todas las ciencias, análisis o prácticas con raíz ‘psico-’, tiene su lugar en esta inversión histórica de los procedimientos de individuación” [10]
Es en este contexto en donde se instituyeron, a través de las prácticas sociales preponderantes de control y vigilancia, áreas de saber muy poderosas de diagnóstico, separación y categorización de la población. Se engendraron dispositivos, conceptos y técnicas que coadyuvaron a conformar formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento... y la psiquiatría, la psicología y la pedagogía entre otras tantas disciplinas.
En la investigación efectuada para abordar este tema nos vimos tentadas más de una vez en efectuar juicios de valor. Nos preocupaba el obstinamiento de recabar del individuo información de tal manera que nada quedara fuera del marco de lo legible y controlable. De esa práctica emergieron saberes y disciplinas que sobreviven, coexisten y se despliegan en la actualidad. Por lo expuesto construimos la convicción de que el control no es ni bueno ni malo. Esa categorización sólo podrá realizarse en el análisis de los fines e intencionalidades de ese poder-saber y de quienes lo detentan.
A modo de cierre
La adopción del modelo de acumulación capitalista exigió, para su afianzamiento y estabilidad, la modalidad específica del poder disciplinario. El control, la vigilancia y el disciplinamiento de las fuerzas y de los cuerpos generaron nuevas subjetividades que acataron ese modelo a pesar de las crisis. Los múltiples dispositivos de control se encargaron de impedir la agrupación para la construcción de un proyecto de vida alternativo y ese fue su mayor logro. Por lo cual este paradigma persiste en el tiempo a pesar de las críticas al cientificismo y a la nobleza de los adelantos científico técnicos. A partir de esta consolidación, viviremos un siglo de máxima inseguridad e incertidumbre. El siglo veinte fue el siglo de las guerras, y de la destrucción de la fe ciega en el modelo. Llegando a la toma de conciencia de los individuos de las sucesivas formas de sometimiento a los que se vieron expuestos.
“El sometimiento a la ‘observación’ prolonga naturalmente una justicia invadida por los métodos disciplinarios y los métodos de examen.”
Pero de esa obstinación emergieron nuevos campos de saber que extienden sus redes de manera silenciosa y por lo tanto son (aún) más eficaces. Sigue vigente en el consultorio del médico, del psiquiatra, en el aula del maestro o la del profesor. Pero el expediente o la carpeta de un niño recluido en el INAU dice quién es, y puede ser fuente de un poder omnipotente por parte de los que trabajan con él. También lo es la libreta del docente y más cotidianamente la tarjeta de descuento en el supermercado que registra nuestro gasto mensual y legitima una estrategia de marketing sobre nuestra cultura de consumo.
Convivimos con filmadoras, seguimos siendo controlados por una mirada que se esconde tras el aparador y no es que nos estemos volviendo paranoicos. Es que la vida es un reality show donde la forma del panóptico sigue siendo la más rentable para controlar las conductas y generar nuevas subjetividades.
En cuanto a los fines y las intencionalidades estudiamos una época de cambio en el modo de producción. Ahora ¿cuáles son los fines que persigue?
Las instituciones creadas en la modernidad están en crisis: la escuela, la familia, el Estado no pueden cumplir los objetivos por los que fueron creados pero se sostienen porque a pesar de la crisis no se ha construido un proyecto alternativo.
¿No será esto la prueba del éxito de los métodos empleados?
Bibliografía
BARRÁN, José Pedro. Historia de la sensibilidad en el Uruguay. Tomo 2 El disciplinamiento (1860-1920). Ediciones de la Banda Oriental. 1990. Montevideo. Uruguay.
GIDDENS, Anthony. Consecuencias de la modernidad. Alianza. 1993. Madrid
GIDDENS, Anthony. Ficha nº1: Selección de textos de Anthony Giddens (I).Curso de Sociología, profesor Álvaro Portillo; Universidad de La República. Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Publicaciones Universitarias 1999. Montevideo.
FOUCAULT, Michel y otros. El panóptico. El ojo del Poder. Las ediciones de La Piqueta. 1979. Madrid
FOUCAULT, Michel. Vigilar y Castigar. México D.F., Siglo XXI, 1998.
MORIN, Edgar. Introducción al pensamiento complejo. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa, Barcelona, 1995. Trad. Marcelo Pakman.
MORIN, Edgar. Sociología. Tecnos. Madrid, 1995.
PÉREZ GÓMEZ, Ángel. La cultura escolar en la sociedad posmoderna. Cuadernos de Pedagogía. Madrid, 1994.
GIDDENS, Anthony. Ficha nº1: Selección de textos de Anthony Giddens (I).Curso de Sociología, profesor Álvaro Portillo; Universidad de La República. Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Publicaciones Universitarias 1999; Pág. 87
[1] OBIOLS, Guillermo y otra. Adolescencia, posmodernidad y escuela secundaria, Kapelusz, Febrero de 1999. Buenos Aires.
[2] Iglesias, Francisco. Breve Historia contemporánea de Brasil, FCE, México 1994.
[3] GIDDENS, Anthony. Ficha nº1: Selección de textos de Anthony Giddens (I).Curso de Sociología, profesor Álvaro Portillo; Universidad de La República. Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Publicaciones Universitarias 1999; Pág. 87
[4] ALSINA CALVÉS, José. La educación y la crisis de la modernidad. Revista Hespérides, nº 20. Barcelona.
[5] Apuntes De Sociología, curso 2º B de publicidad y relaciones públicas, año 2002/2003
[6] BARRAN, José Pedro. Historia de la sensibilidad en el Uruguay. Tomo 2 El disciplinamiento (1860-1920). Ediciones de la Banda Oriental. 1990. Montevideo. Uruguay.
[7] FOUCAULT, Michel. Vigilar y Castigar. Capítulo II. Los medios del buen encauzamiento
[8] MORIN, Edgar. Sociología. Tecnos
[9] MORIN, Edgar. Sociología. Tecnos
[10] FOUCAULT, Michel. Vigilar y Castigar. Capítulo II. Los medios del buen encauzamiento.
lunes, 28 de abril de 2008
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